No
dejo de escuchar el tic tac
del
segundero de los relojes
tristes.
Toco
los minutos en la piel hecha
lágrimas
y
los acaricio para que no se
paren.
Parecen
ir más lento de lo normal
pero
marca,
marca
vida en las venas.
Puede
que la sangre este año circule
desganada
o
que el corazón no bombee felicidad,
que
solo solloce.
El
tiempo
-aunque
no lo parezca-
nos
quiere libre.
Y
la libertad no es sinónimo de tristeza.
La
muerte nos roba,
pero
enseñadle al ladrón
que
tenemos un corazón que late
recuerdos.
Véis,
así,
SONRIENDO.
¿Os cuento un secreto?
Ellos también lo están haciendo.
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