jueves, 5 de marzo de 2015

Noche de luna menguante y café portugués

Noche de luna menguante. Café portugués.
He perdido la cuenta de cuántas tazas llevo. La música no para de sonar y el aleatorio tiene ganas de jugar. Nuestra canción ha sonado varias veces y he enloquecido.
Ahora mismo he cogido un lienzo, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que juré no pintar si tú no eras mi modelo? 
Caballete al lado de la ventana, paleta de colores pálidos y el café sobre el mantel. 
Algunas cosas nunca cambian, malditas costumbres.
Estuche de pinceles, recuerdos y primer color.
Con delicadeza empiezo a trazar como si lo hiciera en tu piel. El hormigueo empieza desde los pies. 
Me dejo llevar.
Mis manos se mueven sin control, salpican pintura, enloquecen, no soy participe de un espectáculo de tal envergadura, el sudor me recorre la sien, las piernas me tiemblan, cierro los ojos, los abro. 
Revolucionario.
Extraordinario.
Incontrolable.
Noche de luna menguante. Café portugués. Ahora derramado.
Modelo del lienzo, cuánto duele que no estés.
Mis yemas de los dedos los acarician.
Húmedos.
Incluso aquí sonríes valiente y me gritas bésame.
Empapelaré la pared con 50 lienzos como este para recordar lo que un día fue, y no olvidar que para mí todavía es.

Ahora soy yo quien grita 
VUELVE,
ATRÉVETE.

Aquí tienes el retrato de tus labios sobre el lienzo, me han hecho llorar al pintarlos.
Como tú aquella vez al besarme.
En esta noche de luna menguante y café portugués, te lo repito
Vuelve.

No es lo mismo pintarlos que sentirlos.


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