martes, 11 de noviembre de 2014

"Tormenta, señor Luis"

"Tormenta, señor Luis", decía mi padre a mi abuelo al entrar por la puerta de casa. Hasta que llegó la calma. Y ahí, se te viene el mundo encima. Empiezas a saber lo que significa esta vida cuando algo se pierde y conoces el echar de menos de verdad. Pronto o tarde, nunca será justo.

Así que, hay que dedicar la entrada a esas personas que llevan su lucha grabada en las arrugas. Marcas de edad que te hablan de todos sus momentos, de la felicidad, del sufrimiento, de la superación y el coraje. Escribo rodeada de ellos y creedme, cuánta admiración. Hay historias que te las cuenta su mirada y su bastón: el pan con aceite del desayuno, los pucheros para comer y el vasito de leche antes de dormir. La guerra de aquel y la que aprendió a coser porque su madre lo hacía también.


Mucho de lo que hoy somos nos lo han enseñado ellos. Sus cuentos y anécdotas, las partidas de cartas o las de dominó. Las escapadas al parque y el dinero que te dan "sin que se entere nadie". Que de los 50, 60 o 70 kg que pesamos la mitad los hemos cogido en su casa y aun así todavía nos hacen un bocata para llevar. Se quieren poner al día de nuestra generación con el "Tuitir" y el "Feirbu" mientras nosotros añoramos las conversaciones de calle hasta las tantas, y cómo correteábamos con los nietos de las vecinas del barrio. Esos abrazos y besos que significan eternidad. Y el sentido del humor tan característico que te hace pensar si ha perdido la cabeza. Y que "jartá".

Tener abuelos/as debería ser una necesidad básica de la vida. Pero, repito, esto no es justo. Y sé lo jodido que es no conocer a uno, como también perder a otro. Pero he tenido la suerte, y todavía sigo teniéndola, de aprender de ellos. Y a los otros he llegado a quererles como ellos me querían antes de nacer.

Por ello, a los que tenéis, aprovechad y a los que os faltan, no olvidéis. Y recordad todo lo que os han dado sonriendo entre lágrimas. Aspiro y deseo que algún día pueda llegar a ser, por lo menos, la mitad de lo que ellos fueron y son. Y hacer con mi nietos todo lo que han hecho ellos por mi. 

Tengo que dedicar esto a la persona que ayer me decía que de dónde sacaba tanta palabra. "Mente de periodista", me dijo. Yo prefiero decir mente de corazón. Sitio donde entre otras cosas, la guardo y quiero yo.

Qué haría yo sin mi yaya. 

"Los abuelos deberían ser eternos"

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