que maté dentro de mí.
De cómo los girasoles
cayeron por la falta de mi luz.
Llegará un momento en el que las canciones
me acompañen
y no me curen.
Y os hablaré de las lecturas que hice
por sentirme en conexión
con alguien.
Creo que nunca es el momento
para hacer hablar
al silencio.
Ni quiero desahuciarlo del lugar
que en mi pecho ha encontrado.
No sé si esto es lo que llaman dolor,
pero ahora que las palabras salen
entiendo de la lucha de aquello que
se niega a corromperse.
Prometo cuidar al silencio,
porque está amenazado
por la toxicidad.
Pero la mente me pide
que deje de orbitar
alrededor
de agujeros negros.
Y yo decido hablar,
pero bajito.
Creo en la intuición
de cuando las cosas deciden marchar
porque así es su naturaleza
y lo acepto.
Todo esto que habita en mi es mío,
y siento que sea un contaminador
externo.
Pero llevo señal de peligro,
al menos de momento.
Entonces cada día
me prometo una nueva regla,
que puede que en algún momento
rompa.
Pero ya no abro puertas
aunque llamen fuerte,
porque al otro lado
no hay vivienda.
He encontrado al único amigo
en ese lado
y sé que no me conviene.
Pero le he pedido que salga
cuando haya amor
y le he guardado en el cajón
las palabras claves para cuando
eso ocurra.
De momento,
sigo en la batalla en la que
solo se gana.
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